Soy la obra maestra de mi madre. Qué duda cabe.
Pero ella no se llamaba Michelangelo,
y como mujer de su tiempo le estaba negada la gloria.
Diligente y virtuosista como era
no me quedaba otra que ser su obra maestra.
Aunque nadie lo sepa. Aunque nadie lo vea.
Golpear cincelar modelar esculpir.
Soy la mujer que ella llevó dentro,
que en nada correspondía a la de fuera.
Qué duda cabe, soy su obra maestra.
No sé si agradecérselo o… abofetearla.